viernes, 18 de febrero de 2011

La vida instrucciones de uso ::: Georges Perec


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Leo las revistas de atrás para adelante. Tampoco exactamente así. Empiezo las revistas por atrás y voy saltando a artículos o párrafos sueltos sin mucha coherencia aparente pero respetando a rajatabla un orden interno propio. El mismo espíritu lo encontré en Georges Perec. Supe de Perec antes de saber de sus libros pero su particular concepción de la literatura me generó de inmediato una curiosidad irrefrenable. Perec fue un judío francés que nació en el período interguerra y padeció en carne propia la persecución nazi. Parte de las vivencia de su infancia queda recogida en la novela W o recuerdo de infancia. Estudió en La Sorbona y formó parte del grupo literario Oulipo, que revindicó la escritura lúdica, estructurada en base a conceptos matemáticos como las combinatorias, los fractales y las potencias.
La vida instrucciones de uso es una novela increíble que disfruté como pocas en la vida, pese al esfuerzo que me generó leerla (o quizás, el esfuerzo que me generó fue directamente proporcional al placer que me causó). El libro se basa en un edificio en París y cuenta por un lado la historia de los inquilinos de cada apartamento y por otro lado, la vida de un excéntrico millonario. De alguna forma, ambas historias se enredan en una misma historia caleidoscópica. El libro puede verse como muchos cuentos que, unidos como un mosaico, reconstruyen una foto precisa. El concepto rompecabezas, construcción/deconstrucción es permanente en esta novela.
La autoimposición de reglas, que surgen como aparentes limitaciones, hacen de Perec un creador de historias ilimitadas, por lo atemporales e imaginativas.
Pongo a continuación un párrafo que constituye una pequeña historia en si misma y que me divierte muchísimo, sobre todo porque el cuentito es apenas el pie de página de uno de los tantos capítulos de la novela.

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Polonius es el cuadragésimo tercer descendiente de una pareja de hámsters domesticados que Rèmi Rorschash regaló a Olivia poco después de conocerse; habían visto en un music-hall de Stuttgart a un amaestrador de animales y se habían entusiasmado tanto con las proezas deportivas del hámster Ludovic -tan relajado en las anillas cómo en la barra fija, en el trapecio o en las barras paralelas-que quisieron comprarlo. El amaestrador Lefèvre se había negado, pero les había vendido una pareja-Gertrude y Sigismond- a la que había enseñado a jugar al dominó. La tradición se había perpetuado de generación en generación, enseñando a jugar espontáneamente los padres a las crías. Por desgracia, el invierno anterior, una epidemia había destruído casi toda la pequeña colonia. El único superviviente, Polonius, no podía jugar solo y, lo que era peor, estaba condenado a periclitar de no seguir practicando su pasatiempo favorito. Por ese motivo, una vez por semana, había que llevarlo a Maudon a casa de su amaestrador que, retirado hoy día, seguía ejercitando animalitos sabios únicamente por gusto.

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2 comentarios:

  1. Tengo un montón de curiosidad por este libro. El año pasado, como primera aproximación, me lo compré. Re chuchi el post.

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