Bueno, es un hecho. No tengo personalidad. @ElsaKito me dice que pare de estudiar y escriba algo y acá estoy, cumpliendo con sus órdenes.
El jueves de noche terminé "Desayuno en Tiffany's", apagué la luz y cerré los ojos. Varios minutos y diez mil vueltas en la cama más tarde prendí la portátil y volví a a agarrar el libro. En mi edición venían tres cuentos de yapa y, si bien suelo dispararles a los cuentos, decidí tentar al sueño con algunas líneas de "House of Flowers" (el cuento que sigue. Sí, lo leí en inglés también, pero Capote es claro y no es un suicidio leerlo en el idioma original).
Lo de mi fobia a los cuentos viene por la menos noble de las razones: se me cae un huevo. Entre diez cuentos de quince páginas y un ladrillo de 1000 no lo dudo un segundo: me agota el esfuerzo de ubicarme en el contexto, la situación y los personajes varias veces en un mismo libro. Prefiero conocer la historia, la época y el oscuro pasado de los protagonistas de una buena vez y dejar pasar las páginas sin preocuparme por entender si el narrador es omnisciente, de salud mental dudosa o un asesino serial.
Cuestión que me quemó un poco la cabeza que hubiese TRES cuentos después de la historia de Holly y Truman (además de vaga soy estructuradita y esto de una nouvelle y algunos relatos extra no es para mí). No daba dos mangos cuando, anestesiada por el insomnio, empecé a leer este cuento que, oh sorpresa, se desarrollaba en Haití. Y ahí pasó. No pude parar hasta terminarlo. Ta, no es muy largo, pero generalmente en ese estado y a esa hora soy incapaz de concentrarme en más de tres palabras seguidas. No sé, capaz que lo leo de vuelta y no me mueve ni un pelo pero me sentí totalmente atrapada por el virtuosismo del escritor, por su técnica maravillosa. Como cuando hace poco, en un ataque de nostalgia, miré a Nadia Comaneci en YouTube y me quedé con la boca abierta por un rato.
Generalmente la técnica me importa tres pepinos: busco una historia que me conmueva y poco más. Cuando tenía catorce años mi profesora de literatura me habló de la perfección de "A la deriva". ¿Y a mí qué carajo me importaba si lo único que quería era llorar con una buena historia de amor y revolución? (Sí, adivinaron, tenía 14 y leía a Isabel Allende). El jueves, diecisiete años después, entendí de lo que me estaba hablando.
A los 14, casi todas quieren llorar con una historia de amor y revolución. :)
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