En verano había terminado los libros que me había llevado para afuera (al menos los que tenía ganas de leer) y agarré uno prestado medio al voleo. Resultó ser "The lay of the land". Leí algunas páginas e interrumpí la lectura por dos motivos: i) estaba demasiado en plan vacaciones y me dio pereza leer en inglés y ii) me enteré de que era el último de una trilogía y me pareció razonable tratar de empezar por el principio. Igual creo que el motivo más fuerte fue la pereza, como siempre.
A la vuelta de las vacaciones el libro quedó con su dueño y, unos días después, me regalaron "El periodista deportivo", el primero de la trilogía. Empecé a leerlo y me enganché enseguida con la historia del periodista, ex-escritor-de-vuelta-de-todo que te enseña cómo es la vida con cuatro frases geniales.
Lo que no me terminaba de cerrar era que el protagonista "recién" estaba por cumplir 39 años. ¿Qué puede saber uno de la vida a esas alturas?! (Bueno, está bien... un poco, pero a veces es más reconfortante pensar que el futuro nos va a dar la oportunidad de descartar la puerta que esconde al chancho y finalmente nos vamos a quedar con el televisor color, aunque sea mentira).
El libro me mantuvo muy enganchado durante los dos primeros tercios. Ya cerca del final se me empezó a hacer un poco cuesta arriba la reiteración de "los desencantos inevitables, la corrosión de las ambiciones, el aprendizaje de los placeres mínimos que permiten sobrevivir", como dice la contratapa de la edición de Anagrama. ¿Quién quiere dejar de aspirar a los placeres máximos?! En todo caso, como probablemente ya quedó claro, seguramente es más un problema mío que del libro (bueno, al final de cuentas esto es leyendo sin rigor...).
Ya importándome menos el hecho de saltearme el libro del medio ("Día de la independencia"), hace unos días volví a pedir prestado "The lay of the land" y, finalmente, ayer decidí meterme nuevamente con Frank Bascombe, ahora con 55 años y reconvertido en agente inmobiliario, que se recupera de una operación de próstata, se consuela con saber que tiene aún menos oportunidades para cagarla en la vida y se prepara para pasar el día de acción de gracias con su primera esposa y sus hijos. Ya les contaré...
Estimado, todavía nunca leí nada de Ford pero lo tengo entre los próximos. Ya te contaré aquí. De todas formas tu comentario plantó una pregunta en mi cerebro: ¿cuáles son los placeres máximos y cuáles los mínimos?e ¿Eh?
ResponderEliminarTerminé el de Yourcenar.
Saludos
Buena pregunta, Elsa...
ResponderEliminarCreo que lo que quería decir es que a veces el protagonista aparece medio como resignado/anestesiado, un poco en plan "y bue, es lo que hay valor" (es cierto que hay un hecho anterior que puede explicar por qué se comporta así).