Volví a los rusos. Justo había terminado de leer L.A. Confidential, de Ellroy ("el mejor libro que leí en mi vida," como diría mi abuela Ana después de terminar cualquier libro que le gustara) y bajé Crimen y castigo, "porque total es re cortito". No tengo idea de dónde saqué semejante pavada, probablemente haya sido algún efecto secundario de la locura de la tesis. Al final la novelita resultó ser bastante larga y terminarla me llevó más de un mes de viajes de subte (con algunas interrupciones producto de mi reciente adicción a los podcasts de This American Life). Como dice justlola en un post viejo, cuando empezás a leer un novelón ruso te querés arrancar los pelos del aburrimiento. Pero hay que tenerles paciencia: sin darte cuenta te vas enganchando y llega un momento en el que te descubrís calculando el tiempo que te falta para subirte a un subte y sentarte otra vez a leer.
Una de las cosas que más me colgó fue la relación de Rodia (Rodion Romanovich Raskolnikov; tengo que investigar cómo es el temita de los nombres propios y sus diferentes registros en ruso), el protagonista, con su hermana y con su madre. Es un triángulo sólido, resistente, donde cada uno está profundamente comprometido con los otros dos. A su manera, por supuesto: Rodia está en su viaje psicológico intergaláctico con el crimen que va a cometer/cometió, pero incluso en ese estado puede entender que el inminente casamiento de su su hermana la va a hacer terriblemente infeliz (a propósito: el personaje de su prometido, Luzhin, es divertidísimo). También es muy conmovedora la visita final que le hace a su mamá antes de confesar todo en la policía, en donde simultáneamente le rompe el corazón y la cuida con todo el amor del que es capaz. Tanto Dounia, la hermana, como Pulkheria Alexandrovna, la mamá, aparecen en un primer momento como devotas incondicionales del el varoncito de la familia, pero a mí me llamó mucho la atención el carácter fuerte de ambas, sus personalidades definidas y, sobre todo en el caso de Dounia, su independencia. En fin, me copé con la manera en que todas mujeres aparecen retratadas en la novela: hay una intensidad (o una tensión permanente, no termino de entenderlo) que las habita y las rodea.
Una de las cosas que más me colgó fue la relación de Rodia (Rodion Romanovich Raskolnikov; tengo que investigar cómo es el temita de los nombres propios y sus diferentes registros en ruso), el protagonista, con su hermana y con su madre. Es un triángulo sólido, resistente, donde cada uno está profundamente comprometido con los otros dos. A su manera, por supuesto: Rodia está en su viaje psicológico intergaláctico con el crimen que va a cometer/cometió, pero incluso en ese estado puede entender que el inminente casamiento de su su hermana la va a hacer terriblemente infeliz (a propósito: el personaje de su prometido, Luzhin, es divertidísimo). También es muy conmovedora la visita final que le hace a su mamá antes de confesar todo en la policía, en donde simultáneamente le rompe el corazón y la cuida con todo el amor del que es capaz. Tanto Dounia, la hermana, como Pulkheria Alexandrovna, la mamá, aparecen en un primer momento como devotas incondicionales del el varoncito de la familia, pero a mí me llamó mucho la atención el carácter fuerte de ambas, sus personalidades definidas y, sobre todo en el caso de Dounia, su independencia. En fin, me copé con la manera en que todas mujeres aparecen retratadas en la novela: hay una intensidad (o una tensión permanente, no termino de entenderlo) que las habita y las rodea.