jueves, 24 de marzo de 2011

Bajar a las profundidades y volver a la superficie


Empecé a leer "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo" como consecuencia de impulsos pragmáticos disfuncionales. En ese momento (hace un par de meses que ahora parecen miles de años, por un montón de cosas que han pasado en mi vida y que no vienen a cuento) tenía planeado un viaje a Japón (sí, Japón) y si bien me daba cuenta de que era una actitud un poco esnob quise ir preparándome con un cacho de ficción. Ya había leído dos libros de Haruki: primero "After dark", que no me copó tanto, y después "Tokyo Blues", que me había conmovido bastante (y que, entre otras cosas, me hizo leer "El gran Gatsby").

Cuestión que todo se fue al carajo (terremoto y tsunamis incluidos) y terminé leyendo la novela en un sanatorio. Tenía la recomendación de mis compañeros del blog y de otros amigos, aunque mi prima Male ponía caras y no dejaba de manifestar enfáticamente su preferencia por Ishiguro. También me acordaba de que Ludwig me había pasado unos posts de La lectora provisoria en los que decían que Murakami era una versión light de Auster (ahora traté de buscarlos pero no los encontré, aunque sí vi algunos comentarios detractores bastante soberbios), así que mi lectura fue cauta.

[ADVERTENCIA: a partir de acá hablo sobre el argumento y cuento cosas que no me hubiera gustado saber antes de leer el libro. Son libres de seguir mirando Cuevana.]

Primero que nada, debo confesar que me fastidió un poco la extensión: si bien por acá dije que entre un ladrillo de mil páginas y un cuento de 15 me quedo toda la vida con el ladrillo, las 600 y pico de mi edición me parecieron eternas e innecesarias. En cuanto a la historia, hubo momentos y personajes que me conmovieron y otros que me pasparon soberanamente. Cuando estaba por la mitad del libro un amigo me dijo que Murakami era una mezcla berreta de Paul Auster y realismo mágico, lo cual me fastidió bastante. Pero el hijo de puta me influenció más de lo que hubiese querido. Odié a las hermanas Malta y Creta Cano, y el temita de la mancha mágica en la cara me hinchó las pelotas.

Hubo una parte que sí me movilizó un montón: el viaje con el aljibe, sobre todo la primera expedición. El protagonista, después de que su esposa se vaya misteriosamente de su casa, necesita un tiempo para pensar algunas cosas y se interna por un par de días en un aljibe vacío (leí la novela en inglés y no me acuerdo exactamente de la terminología). Todo es muy real: uno va sintiendo cómo la noción del tiempo se va deformando, cómo el hambre y el cansancio convierten al personaje en otra cosa, cómo la locura se va instalando y ya no se sabe qué es vigilia y qué es delirio. Me sentí muy tentada de escaparme a algún lugar como ese pozo, sobre todo con muchas esperanzas de resurrección. Podría hacer un montón de analogías de gusto dudoso con mis días en el sanatorio y cómo mi vida cambió tan radicalmente en las úlitmas semanas, pero no tengo ganas.

Ah, me olvidé de decir que la parte histórica de Mongolia-Manchuria es interesante y que hay escenas de una violencia explícita brutal que, a mi humilde modo de ver, son innecesarias. Me saltée dos partes: cuando se relata el DESPELLEJAMIENTO de una persona VIVA y cuando se describe la muerte de unos prisioneros de guerra con bayonetas. Hacía mucho tiempo que dejaba páginas sin leer en una ficción. Ah, y me dio mucha impresión que el protagonista estuviese atravesando una middle-life-crisis A LOS 30. TREIN-TA.

jueves, 17 de marzo de 2011

La tristeza de una novela con una mujer de verde y de su lectora

Hasta hoy de mañana, y durante una semana, anduve acompañada de una serie de personajes tristes, con historias familiares muy fuertes y complejas, cargados de secretos unos, de mentiras las otras.
Todos estos personajes viven en un país que se llama Islandia, en un país donde la luz o la falta de ella va marcando la psiquis de sus pobladores.
La novela se llama "La mujer de verde" y su autor Arnaldur Indridason, uno de esos autores nórdicos que últimamente nos están haciendo conocer una parte del mundo que, por lo menos para mí, era bastante desconocida.
Como en otras novelas de autores de esa parte de Europa, aquí también están presentes el tema de las adicciones (alcohol, droga), los personajes solitarios y con vidas cargadas de frustraciones y/o fracasos de todo tipo, y la violencia.
Sin embargo, en esta novela el tema de la violencia doméstica es el tema central, y aparece tan descarnadamente, tan brutalmente narrado, tan dolorosamente expuesto... Y alrededor de este tipo de violencia aparecen otros como el desamor, el abandono, los prejuicios, las rabias guardadas.
Es una novela muy triste, pero les recomiendo fervientemente que la lean. Está excelentemente bien escrita, entretiene, conmueve, te ubica en lugares diferentes -tanto geográficos como emocionales-, y al final, final, final, aparece una lágrima y un atisbo de esperanza...
Me conmovió tanto que sentí la necesidad de compartirlo con ustedes y participar por primera vez de este intercambio.

Elenópolis