Lo mejor de estas vacaciones fue leer "La plenitud de la vida", el segundo tomo de las memorias de Simone de Beauvoir. Empecé el año pasado con el primero ("Memorias de una joven formal") y si bien al principio tuve que ponerle ganas hacia el final me fui copando y decidí entrarle al siguiente.
Simone (y sí, después de leer más de mil páginas sobre su vida ya es "Simone", a secas) habla desde un lugar que suena muy auténtico y despojado de cualquier actitud de pose. A mí me interesa muy poco cuánto de lo que cuenta es verdad, qué partes tuvieron retoques, qué episodios polémicos no están (ella dice en el prólogo que si bien no lo cuenta todo y que se va a guardar muchas cosas para ella, todo lo que relata es cierto); me conmueve mucho encontrar un relato tan personal y con tanta fuerza y eso es más que suficiente para mí.
Al principio del libro Simone se morfa el mundo en todos los sentidos. Después de romperse el alma para ser profesora de filosofía (en Francia sigue existiendo el mismísimo examen que ella dio: lo aprobás y tenés la estabilidad de ser un funcionario bien pagado) llega la libertad y la independencia: la libertad de tener con Sartre la relación que se les antoja y que ellos necesitan; de recorrer Francia a pie, en bondi, haciendo dedo, escalando montañas, durmiendo al aire libre (que se dice "à la belle etoile" en francés; ¿no es una mononada?); de recorrer España, Inglaterra, Marruecos, Grecia queriendo ver todo y meterse en cada rincón, haciéndose, a la vez, miles de preguntas acerca de quiénes son y qué lugar ocupan como extranjeros, turistas, gente con la vida medianamente resuelta, etc.
Las conversaciones sobre literatura que tienen con Sartre y su círculo son increíbles (cuenta, por ejemplo, cómo descubren a Kafka o a Faulkner) y también el relato de su propio proceso creativo como novelista es alucinante (hace varios intentos fallidos antes de publicar "La invitada", su primera novela, a los 30 y pico de años). Me da mucha ternura leerla cuando dice que la primera vez que se sentó a leer a Hegel no entendió un sorete y que tuvo que encerrarse por días en la biblioteca para poder agarrar algo. Obviamente que hablan un montón de filosofía, pero siempre desde un lugar muy personal (por ejemplo, todas sus reflexiones sobre la muerte están muy teñidas por su experiencia en la guerra y la ocupación).
Justamente, aprendí un montón sobre la guerra y la ocupación de Francia desde, por supuesto, un punto de vista muy subjetivo y personal: la angustia de no saber dónde ni en qué condiciones estaba Sartre, los viajes clandestinos al territorio "libre", el hambre, los toques de queda, los amigos deportados y muertos, la alcahuetería de las autoridades. En el libro Simone cuenta cómo ella y gran parte de la intelectualidad francesa, luego de una época de optimismo irresponsable (es muy fuerte y dolorosa la crónica de la guerra civil española: yo me comía las uñas como si existiera la posibilidad de otro final) van tomando conciencia política y sintiéndose cada vez más con la obligación de mover el culo de los cafés y las bibliotecas y hacer algo.
Bueno, dejo por acá. El libro es bellísimo y atrapante. Es un ladrillo de espesor considerable pero cada página vale la pena. Háganse un favor y llévenselo a sus próximas vacaciones.