martes, 31 de agosto de 2010

Richard Ford

Retomé la lectura de "The lay of the land", de Richard Ford.

En verano había terminado los libros que me había llevado para afuera (al menos los que tenía ganas de leer) y agarré uno prestado medio al voleo. Resultó ser "The lay of the land". Leí algunas páginas e interrumpí la lectura por dos motivos: i) estaba demasiado en plan vacaciones y me dio pereza leer en inglés y ii) me enteré de que era el último de una trilogía y me pareció razonable tratar de empezar por el principio. Igual creo que el motivo más fuerte fue la pereza, como siempre.

A la vuelta de las vacaciones el libro quedó con su dueño y, unos días después, me regalaron "El periodista deportivo", el primero de la trilogía. Empecé a leerlo y me enganché enseguida con la historia del periodista, ex-escritor-de-vuelta-de-todo que te enseña cómo es la vida con cuatro frases geniales.

Lo que no me terminaba de cerrar era que el protagonista "recién" estaba por cumplir 39 años. ¿Qué puede saber uno de la vida a esas alturas?! (Bueno, está bien... un poco, pero a veces es más reconfortante pensar que el futuro nos va a dar la oportunidad de descartar la puerta que esconde al chancho y finalmente nos vamos a quedar con el televisor color, aunque sea mentira).

El libro me mantuvo muy enganchado durante los dos primeros tercios. Ya cerca del final se me empezó a hacer un poco cuesta arriba la reiteración de "los desencantos inevitables, la corrosión de las ambiciones, el aprendizaje de los placeres mínimos que permiten sobrevivir", como dice la contratapa de la edición de Anagrama. ¿Quién quiere dejar de aspirar a los placeres máximos?! En todo caso, como probablemente ya quedó claro, seguramente es más un problema mío que del libro (bueno, al final de cuentas esto es leyendo sin rigor...).

Ya importándome menos el hecho de saltearme el libro del medio ("Día de la independencia"), hace unos días volví a pedir prestado "The lay of the land" y, finalmente, ayer decidí meterme nuevamente con Frank Bascombe, ahora con 55 años y reconvertido en agente inmobiliario, que se recupera de una operación de próstata, se consuela con saber que tiene aún menos oportunidades para cagarla en la vida y se prepara para pasar el día de acción de gracias con su primera esposa y sus hijos. Ya les contaré...

viernes, 27 de agosto de 2010

Bienvenido Bob, mi amor

Onetti es complicado, te remueve y te interpela. También -te dicen- hay que entender su entorno en los '30 y '40, etc. De acuerdo, aunque a veces leés a alguien del siglo XVII y lo entendés perfectamente aunque no sepas lo que pasó en su entorno. Tal vez en Uruguay está interpretado según la uruguayez que aun padecemos o porque está muy cercano en el tiempo.

¿A qué viene todo esto? Bueno, porque leyendo el cuento Bienvenido, Bob considero que solamente en Tontovideo o Tontouruguay se puede insistir en que no hay una tensión erótica entre el narrador y Bob. Los argumentos en contra son atendibles aunque limitados: que es la envidia a la juventud de Bob y la venganza posterior al verlo más viejo o gastado como él era antes.

Otra: que Bob es el espejo de su hermana (Inés, casi inexistente en el relato), o que el cuento refleja su herida nacrcisista. Bien, de acuerdo también. Pero yo simplemente pongo a consideración algunos fragmentos del cuento -tal como hice con amistades que nunca lo habían leído- y les pregunto qué les sugiere. Por supuesto que dando por sentado que leerán todo el texto, si no, no vale.

Les adelanto que Bob es el hermano de la novia del narrador, personaje sin nombre que vive pendiente de él en todo el cuento, no de su novia. De ella nunca dice que la ama, sino que finalmente "siente la necesidad de casarse", necesidad inducida por el "rechazo-seducción" de Bob. La rivalidad que se da entre los dos hombres es el centro del cuento, en cambio el noviazgo con Inés no tiene casi importancia. Sin embargo Bob y el narrador tienen una carga emotiva muy fuerte.

"Casi siempre solo (Bob), escuchando jazz, la cara soñolienta, dichosa y pálida, moviendo apenas la cabeza para saludarme cuando yo pasaba, siguiéndome con los ojos tanto tiempo como yo me quedara, tanto tiempo como me fuera posible soportar su mirada azul detenida incansablemente en mi, deteniendo sin esfuerzo el intenso desprecio y la burla más suave". (...) 


"A veces me sentía fuerte y trataba de mirarlo, apoyaba la cara en una mano y fumaba encima de mi copa mirándolo sin pestañear, sin apartar la expresión de mi rostro que debía manterse frío, un poco melancólico. En aquel tiempo Bob era muy parecido a Inés, podía ver algo de ella en su cara a través del salón del club, y acaso alguna noche lo haya mirado como la miraba a ella". 

No pienso que sea un cuento gay, sino que tal vez haya que verlo dentro de la visión masculina de Onetti y su preferencia por lo andrógino. Es un cuento homoerótico. No se si él era consciente, pero para mí es obvio.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Las chicas B: Carlota


El primer libro que leí de las hermanas Brontë fue Jane Eyre. Teníamos que leerlo porque en clase íbamos a estudiar Wide Sargaso Sea, de Jean Rhys.

Cuestión que estaba de viaje, encontré una versión potable y barata de Jane Eyre y le entré. Voy a decir una barbaridad, pero enseguida me teletransporté a mi infancia, a la época en que leía cuanta novela de Enid Blyton hubiera por ahí. No pude parar hasta terminarla (y eso que estaba de viaje y que tenía que pasear y cumplir con mis obligaciones de turista). Creo que ya lo dije por acá, pero este disfrute me parece un mérito en sí mismo y hace que valga la pena leer la novela: la lectura de las aventuras de Jane fue deliciosamene adictiva y me generó esa desesperación alucinante por terminarla queriendo, al mismo tiempo, que no se acabara nunca.

Pero en un punto no dejaba de ser la historia de una huerfanita adoptada por una familia malvada, que huye para trabajar como institutriz y que, predeciblemente, termina enamorándose del señor de la casa. Tuve varias discusiones con Elsa y, en clase, con Lindsay sobre esto. ¿Cuál es la diferencia entre Jane Eyre y un culebrón lleno de estereotipos? La respuesta es, como podría esperarse, un poco de perspectiva histórica: por primera vez en una novela un personaje femenino aparece como sujeto independiente, con una visión del mundo y un proyecto personal propio. Por supuesto, entiendo esta argumentación y no soy tan idiota como para pensar que todos los críticos y académicos se equivocan y que yo tengo razón. Pero me gusta leer las novelas como si fueran contemporáneas (de nuevo, cuando es por puro placer y no cuando estoy estudiando) y busco que sea la escritura misma, o la anécdota, la que me parta la cabeza (algo parecido me pasa con Jane Austin pero este post ya está quedando bastante largo as it is).

Ojo, no todo es lineal en Jane Eyre: hay un personaje súper complejo y moralmente ambiguo que, en la novela, es TODO: Rochester. El hijo de puta tiene a una mina encerrada en el ático por años como el peor de los torturadores, sin el más mínimo remordimiento. Leí la novela hace tres años y no tengo la anécdota tan clara en mi cabeza pero, si mal no recuerdo, su peor pecado es estar todavía casado y haberle mentido a Jane, y no el detallecito del cautiverio de la "loca" en su conveniente cárcel personal. Esta parte es como un agujero negro increíble en la novela, algo que no cierra y que, en mi humilde opinión, la redime. Y habilita que salgan maravillas como Wide Sargasso Sea.

Ta, quería hablar también de Cumbres Borrascosas pero me estoy zarpando. La sigo después.

jueves, 19 de agosto de 2010

Libros sobre libros

Estos días dejé quieto el otro libro de Jo Nesbo que ya había comenzado y me tomé un descanso del policial nórdico. Ahora estoy rodeada de volúmenes que hablan de escritores.

Toni Morrison
Después de releer algunos cuentos de Faulkner sentí la necesidad de volver a las conferencias de Toni Morrison en Playing in the Dark. No analiza la literatura racista o no racista en EEUU, sino que tiene un punto de vista muy interesante sobre cómo ha influido en los autores la presencia de una masa de personas de origen africano, llevándolos a crearla, inventarla y fabricarla. Ella considera que la mirada de los/las escritores sobre esa población es central para entender la literatura norteamericana y es un placer leer su crítica sobre cómo se estudian libros de Henry James, Willa Cather o Faulkner.  Lo más revelador me pareció su estudio sobre Poe.

Shakespeare
También releí Hamlet y volví a Bloom para recordar lo que escribía sobre el triste príncipe en su Invention of the Human, donde analiza todo Shakespeare. Como si fuera poco, me traje de la casa de una amiga la biografía de Peter Ackroyd. Nunca la había leído y no me puedo despegar del libro. Comencé por el medio leyendo sobre la construcción de Otelo y Desdémona, me entusiasmé y ya empecé por el principio como se debe.  Me gusta como mete a William en la ciudad, en los líos político-religiosos, en parte de la historia de Inglaterra. La lectura es muy entretenida y además se aprende mucho.

Harold Bloom
Recién me llegó hoy Novelists and Novels y no se cómo hacer para no leer todo al mismo tiempo. Analiala,  entre las autoras analizadas está Carson McCullers en The heart is a lonely hunter. Lo abrí como veinte veces, pero aun no leí nada, solamente el índice.

Camille Paglia
Adoro su libro Sexual Personae. Volví a él para leer el capítulo donde se refiere a Dorian Gray: "The beautiful boy as destroyer".

Espero vencer la ansiedad de picotear en todos ellos al mismo tiempo. EK

lunes, 16 de agosto de 2010

Margaritas


En tres semanas me voy de viaje. Cuando terminé Sea of Poppies me avivé de que voy a ver a un amigo que hace un año me regaló un libro que nunca leí: Le marin de Gibraltar, de Margarite Duras (sí, lo estoy leyendo en francés; en español debe ser algo como -oh, misterio- El marinero de Gibraltar). Así que acá estoy, expiando mis culpas.

Siempre se me entreveraron las dos Marguerites: Duras y Yourcenar. Una vez mi vieja apareció con la versión traducida por Cortázar de Memorias de Adriano y no le di bola. No sé, creo que fueron mis prejuicios por el género de las biografías, auque el hecho de que estuviera traducida por Jules hizo que quedara en el limbo de los libros que algún día iba a leer. Al final terminé leyéndolo prestado en Francia, sin la traducción del compañero argentino. Me acuerdo de los chusmeríos de Roma, de una parte medio mística en un lugar extrañísimo en donde se sacrificaba el amante o algo así de Adriano (un hombre, by the way). También me acuerdo de cuando habla de la esclavitud con una cabeza medio contemporánea que sonaba un poco rara, y de cómo se preparaba para la muerte y elegía a su sucesor. Ah, y de su mujer, a la que no le daba ni cinco de bola. Relacionándolo un cacho con Sea of Poppies, lo bueno en Memorias de Adriano es que no existe una pretensión didáctica, o al menos no es tan evidente.

Volviendo al marinero y a la Duras: el libro tiene una introducción que nadie pidió en la que, sin avisarte, te cuentan TODO el argumento. Marguerite, decime por favor que no tuviste nada que ver con esto porque perdés varios puntos. Así que bueno, ya sé de qué va la historia (un tipo con un laburo de mierda y en una relación de mierda, totalmente sepultado por la apatía y medicoridad de su vida, larga todo en el medio de un viaje a Italia por una mujer que persigue un amor imposible. O algo así). Recién voy 50 páginas, on verra.

martes, 10 de agosto de 2010

Amapolas II

Bueh, lo terminé. El final es pura acción, me hizo acordar a las novelas de Larsson (y además Sea of Poppies también es una trilogía, aunque inconclusa: esta es la única parte publicada). El libro falla un cacho en las historias de amor, que no siempre son creíbles. Me hizo acordar a una nota del NYT que alguien puso en Twitter hace poco sobre la decadencia de las comedias románticas: "I can’t remember the last time I saw two people really falling in love in a movie. Now all we get is the meet cute, a montage, a kiss, then acoustic song into fade out". Acá pasa un poco lo mismo con Zachary (el chico, un gringo bonachón, bastardo de madre negra y padre blanco, que se embarca como carpintero en Baltimore) y Paulette (la chica, una especie de buen salvaje pero avivadita). Los personajes son más o menos estereotipados (me hago acordar a mí misma a los 16, cuando TODO era estereotipado) y ahí la lectura rechina un poco. Además, hacia el final, me empecé a paspar con analogías y metáforas del destino.

Está también el tema de lo didáctico. En mi cabeza hay como una oposición pelotuda entre lo didáctico y lo estético (sí, ya sé, suena medio grandilocuente, sorry). Algo así como que Faulkner hablando del sur de EEUU sin dar muchas explicaciones es la mejor manera de entender qué carajo pasó. Yo no sabía un sorete sobre la guerra del opio y sobre la vida en la India colonial de principios del siglo XIX. En términos prácticos la novela rinde: es súper entrenida (lo cual es un valor en sí mismo) y, de yapa, aprendés un montón.